Un repaso a cómo las marcas están reemplazando el papel de la religión -- en términos de creencias, prácticas y rituales, e iconografía.
“Disculpe señora. ¿Es usted un Genius? Necesito un Genius… ¡inmediatamente! ¡Esto es una emergencia!”
Lo que parece una escena de una película de Harry Potter pasó en realidad durante mi mañana en la Apple Store de Soho en Nueva York. Allí, una marabunta frenética de seguidores buscaba desesperadamente a Genius (miembros del soporte tecnológico oficial de Apple), para lo que parecía ser un intento de conseguir la salvación, el servicio, el compañerismo y la redención.
El fanatismo no se redujo a eso. Mientras que algunas personas hacían señas a un Genius en la planta baja, otros corrían los cien metros lisos para conseguir un asiento para el sermón -- “descubre tu iPhone” – en la planta superior.
Se había hecho evidente que la tienda de Mac era un lugar para congregarse, confesar, aprender, quejarse, tener una epifanía…-igual que una iglesia para sus seguidores, si se quiere.
No es la primera vez que Apple se ha planteado como una orden religiosa. Los neurocientíficos, tras comparar imágenes de resonancias magnéticas de los cerebros de los fans de Apple con las de personas que se definen como “muy religiosas” han demostrado que existen patrones similares en el cerebro entre un fan de Apple interactuando con los productos de Apple y una persona religiosa observando iconografía sagrada.
Aunque Apple podría haber sido el primer evangelista, ahora estamos asistiendo a un fenómeno mundial de las marcas de tecnología adentrándose en ese espacio sagrado. En especial, las marcas de teléfonos inteligentes están engatusando inteligentemente a las masas en un comportamiento de reverencia que incluye una lealtad inquebrantable y el compañerismo de la comunidad, entre otros -- que entra en el espacio anteriormente ocupado por las religiones organizadas.
Otro ejemplo es Samsung. Recientemente, la marca de tecnología coreana inauguró una serie de Samsung Galaxy Studios en Londres y Nueva York -- sitios sagrados designados para ofrecer a sus fieles seguidores un lugar para congregarse, compartir, aprender e interactuar con todo lo relacionado con su producto más vendido -- el smartphone Samsung Galaxy. El resultado: los espacios de Samsung Galaxy Studios están abarrotados de clientes que aparecen en reuniones cuyas principales actividades implican tomar café y cargar sus dispositivos.
Por último, tengamos en cuenta a Microsoft. A menudo denominado “la fuerza del mal” por la secta Mac, las marcadas diferencias de sus sistemas operativos y usabilidad con respecto a Mac obliga a sus seguidores a elegir un bando y dedicarse y confiar completamente en este. Microsoft lanza ahora su nueva tableta, la Microsoft Surface RT Tablet, posicionando sus altares por todo Estados Unidos; estos son una serie de tiendas pop-up, claves para basar su labor evangélica en los usuarios de iPad y convencerles para alcanzar a un paraíso mejor.
El Por Qué:
Entonces, ¿qué comparten las marcas de tecnología y las órdenes religiosas que desencadena el mismo comportamiento? ¿Por qué se están convirtiendo las marcas en símbolos sagrados, llenando un espacio previamente ocupado por las religiones institucionalizadas?
Según Sigmund Freud, la religión cumple una necesidad de creer en algo – “el quid”, mientras que Karl Marx a menudo afirmó que “la religión es el opio del pueblo.” La tecnología cumple sin duda estos preceptos. Ya sea para llenar un vacío y dar a los humanos un propósito, o para estimular un estado existencial, los dispositivos manuales se han convertido en herramientas de salvación, ofreciendo promesas y esperanzas, como apoyo y sentido de comunidad, en paralelo a lo que ofrecen las órdenes religiosas.
¿Durará?
Sí. Esta es una importante tendencia que crecerá en 2014 a la par que seremos testigos del aumento de las aplicaciones móviles. Nuestra dependencia diaria, ese seguimiento incluso al minuto en nuestros dispositivos portátiles se ha vuelto tan evidente que nuestro punto crucial, “el quid” con respecto a estas marcas continuará acelerándose, sustituyendo aquello que una vez que sentimos por las religiones.
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