Sólo tenemos que mirar al cielo una noche estrellada para entender lo pequeños que somos y lo poco que sabemos de nosotros mismos.
Un cielo que parece quieto e inmóvil, ordenado y estructurado. Pero en realidad esa calma es fruto de un inmenso caos cósmico.
Todo a nuestro alrededor lo rige el caos, a todos los niveles, desde el devenir de las estrellas, hasta los pequeños sistemas atómicos que hacen latir tu corazón.
El caos no es más que un sistema complejo y errático en un extraño equilibrio que ordena nuestras vidas.
Uno de los ejemplos más extraordinarios de este fenómeno son las llamadas Murmuraciones de estorninos. Esas bandadas de más de 50.000 pájaros que parece que trazan una coreografía perfecta y sincronizada en nuestros cielos. 50.000 pájaros que parecen pensar como uno sólo y moverse a la vez.
Pues en realidad el fenómeno se debe a que todos y cada uno de los 50.000 ejemplares buscan volar al centro de la bandada, y cuando hay un ligero movimiento en los extremos de la misma, todo el sistema se altera para contraerse y expandirse en esa dirección.
Es decir el conjunto es la suma de 50.000 movimientos erráticos e individuales, movidos por un objetivo común que los alinea, la búsqueda del centro.
Este fenómeno caótico nos recuerda a las Marcas y a su necesidad de encontrar el equilibrio en un mundo caótico, impreciso y cambiante.
Las Marcas se enfrentan a millones de pequeñas alteraciones en sus sistemas, tanto de identidad como de valor, que mueven por completo el conjunto de la misma. Cada uno de sus puntos de contacto es uno de estos pequeños estorninos de la murmuración.
Cuando la Marca no tiene un sistema de dirección establecida, es decir el equivalente a la búsqueda del centro del estornino, no puede reorientarse y equilibrarse, y en lugar de un conjunto harmónico, lo que tenemos son desbandadas.
Es inevitable que una Marca se enfrente a nuevas necesidades, a nuevos puntos de contacto, a nuevos materiales, a nuevos canales y a nuevas audiencias. Nuevos entornos para los que en principio no fue pensada, diseñada, estructurada o activada, pero no puede dejar de dar respuesta.
El caos mantiene viva a una Marca porque le obliga a equilibrarse de forma continua.
En este punto es dónde se diferencian las grandes Marcas y las grandes Gestiones, del resto. Una gran Marca, bien gestionada, reaccionará como la murmuración:
Primero.
Porque pase lo que pase en cada uno de sus puntos de contacto, la Marca tiene definido un contenido estratégico que le da sentido en sus movimientos. Quizás no sabe cómo moverse, pero sí que sabe hacia dónde tiene que hacerlo. Eso marca la dirección de la bandada.
Segundo.
Ese movimiento para esa nueva necesidad se reconduce hacia el conjunto, evitando que sea una excepción. Es decir, se aprende de las nuevas necesidades, se pautan, se normalizan y pasan a engrosar la respuesta habitual de la Marca. Se transforma en aprendizaje, porque las Marcas son un sistema vivo que no deja de crecer y moverse.
Tercero.
Estos nuevos aprendizajes, estos nuevos activos, recursos o elementos, pasan a formar parte del conjunto, posibilitando que todo se mueva de la misma manera y preparándose para poder volver a incorporar nuevas necesidades y afrontar nuevos movimientos.
La definición de una Marca es importante, pero no es suficiente para hacer que viva ahí fuera de forma competitiva durante buena parte de su existencia. Tener sistemas de detección de necesidades, normalización, regulación y crecimiento de la misma, nos ayuda a equilibrar el caos de forma harmónica.
Al final las murmuraciones son sistemas cambiantes que se adaptan al entorno a gran velocidad en una única dirección. La falta de dirección, y reacción al cambio del entorno, es lo que permite que las Marcas se dispersen y se pierdan.
La naturaleza lleva millones de años mejorando las herramientas de supervivencia de los sistemas vivos. Si consideramos una Marca como algo vivo, podríamos aprender algo de ella.
En fin, caos y equilibrio, las dos caras de la misma moneda.
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