Dicen que dentro de cada hombre y cada mujer, sigue existiendo el niño que fue, sólo que a veces le resulta difícil convivir con el adulto.
En realidad, nuestro ser está compuesto por una mezcla del niño que todos somos y el adulto que creemos que tenemos que ser. Y en función de ese balance se forja nuestra personalidad y comportamientos a medida que crecemos.
Lo mismo ocurre con las nuestras empresas. Son grandes adultos que un día fueron niños, pero se olvidaron de lo que eso significa.
Ser un niño significa estar abierto al mundo, a explorar, a probar, a equivocarse, a crear, a imaginar, a soñar, a no parar de moverse, a tener ilusión y una fuente inagotable de energía.
Pero parece que a veces, en nuestras vidas y en la de nuestras empresas, se nos olvida que el juego, el soñar, el imaginar, el probar y equivocarse, forma parte del proceso de crecimiento constante y de madurez.
Y la madurez no se alcanza con la edad, sino con la experiencia.
¿De qué estamos hablando? Bueno la gestión de nuestras vidas, y la forma en la que crecemos y maduramos, es muy parecida a gestionar una Marca, y una compañía.
Toda gran Marca, toda gran empresa, un día fue pequeña, un día fue ágil, inquieta y llena de ilusión. Y a pesar que hoy esas grandes Marcas y grandes compañías sean más maduras, más serenas, más estables, con más procesos y más jerarquías, siguen necesitando el niño que una vez fueron.
Porque no existe el futuro para aquellas Marcas que no lleven el niño dentro. No existe el futuro para aquellas Marcas que no se replanteen las cosas, que no experimenten, prueben y aprendan.
Por muy consolidado que tengas el negocio, seguro que te enfrentas a nuevos retos constantemente. La transformación digital, la captación de talento, la internacionalización, el crecimiento y la diversificación… nuevos retos que no puedes afrontar con la agilidad necesaria para adaptarte a la velocidad del contexto, porque eres demasiado adulto.
Hoy las grandes compañías tienen que aprender a liberar esa parte que hoy conocemos como Startup, para afrontar sus retos a mayor velocidad. Adaptar sus procesos para encontrar el equilibrio de la madurez en la parte del negocio que controlamos, y la inmediatez en la parte de los desafíos que encontramos. Es el reto de hacer convivir de forma equilibrada y saludable, el niño y el adulto que llevamos dentro.
Las Marcas, más que nunca, necesitan una dirección madura que marque el camino y el control sobre lo que hacemos, y una inspiración más infantil que replantee lo establecido y se adapte mejor al cambio.
Siempre hay varias formas de hacer las cosas y eso no depende del tamaño que tengamos, sino del objetivo que persigamos.
En fin, a jugar!
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