Todos en esta vida tenemos un propósito, un sueño, una convicción o una simple idea sobre la que seguir viviendo nuestras vidas.
Algo que nos mueve y nos hace ser lo que somos. Nos ayuda a tomar decisiones y marcar el camino para que eso suceda.
Al final, nuestra vida se condiciona a aquello que perseguimos.
Forma parte de nuestra naturaleza y de nuestra razón de existir, ¿qué sería de la humanidad sin ambiciones hacia las que caminar?
Es sencillo entender que si quieres ser considerada una buena persona, tendrás no sólo que creerlo sino hacer lo apropiado siendo consecuente. Si quieres ser el mejor cirujano del mundo, probablemente tengas que estudiar medicina, especializarte y esforzarte hasta la extenuación.
Y muy probablemente eso te obligará a hacer ciertos sacrificios, a tener unas rutinas y a saber qué puedes y que no puedes hacer cada día. Básicamente, el destino al que vamos, debería condicionar el camino que escogemos.
Pues bien, si es tan sencillo de entender el efecto que causa en nuestras vidas ser lo que queremos ser. ¿Qué problema tenemos con las Marcas?
Las Marcas, como las personas, buscan encontrar su posición en nuestras vidas, establecen un objetivo en el que estar, un lugar en el que ser algo para alguien.
Y todos somos conscientes de lo importante que es parecer lo que quieres ser, y proyectarlo. Así como serlo.
Pero muy pocos entienden que esto trasciende a una Identidad Visual coherente, a un Tono de Voz apropiado, e incluso va más allá de ser capaces de activar nuestra Personalidad de Marca en todo lo que hacemos.
Es más, para aquellos que todavía lo entienden mejor, va más allá de establecer unos Comportamientos internos en nuestros empleados para que caminemos alineados con lo que necesitamos ser. Va más allá.
Cuando hablamos de una Marca, hablamos de querer significar algo en el mundo, y para ello necesitamos construirlo con nuestros actos. Pero no siempre basta con la voluntad de serlo, a veces nos faltan las herramientas para poder hacerlo.
Cuando definimos los Comportamientos de una Marca, la forma en la que deberíamos comportarnos interna y externamente para proyectar al mundo lo que queremos ser, muchos se olvidan que no es suficiente.
Ser una Marca ‘Valiente’, requerirá que los empleados se atrevan sin miedo a probar cosas nuevas, o que no tengan reparos a decir lo que piensan en todo momento, o tomar iniciativas sin que se las pidan.
Pero eso no sería posible con una Política que penalizara los errores, ni sin un espacio participativo y plural, o mucho menos con una jerarquía de mandos demasiado vertical.
Es decir, no basta con querer serlo, ni siquiera con decirle a los empleados como hacerlo, y mucho menos simplemente esforzarnos por proyectarlo. Una Marca necesita las herramientas necesarias para hacer que eso suceda de verdad, y eso pasa por ajustar los procesos de trabajo y políticas internas.
Una Marca no puede vivirse internamente si los procesos de trabajo no ayudan a construirla.
Cuando queremos activar una Marca internamente, construir una Cultura que la pueda proyectar poderosamente al exterior, tenemos que pensar qué procesos y sistemas actuales deben cambiar para permitirlo.
¿Cómo atendemos el teléfono? ¿Qué protocolo de incidencias tenemos? ¿Cómo estamos formando a los empleados? ¿Qué estilo de liderazgo se ejerce? ¿Es necesario ese Dress Code? ¿Cómo funciona el proceso de innovación? ¿De qué forma estamos contratando a los empleados? ¿Cómo se gestiona un problema con un proveedor? Etc…
Es muy sencillo, es como un sistema de riego sanguíneo del cuerpo humano. Tenemos un corazón que impulsa las sangre, que lleva los nutrientes y el oxígeno necesario a todos los órganos, pero no podría circular sin un sistema de venas y arterias que la hicieran llegar correctamente y de forma eficiente.
Una Marca que hace de corazón, una Cultura que impregna la sangre y unos Procesos que hacen llegar esa cultura donde realmente tiene que estar.
Las Marcas tienen más de biología que de matemáticas, porque esto va de Personas y no sólo de cifras.
En fin, un latido que lo mueve todo.
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