Desde que pisamos la tierra hemos intentado vivir en sociedad. Buscando el grupo al que pertenecer.
Primero por simple cuestión de superviviencia, en la que el grupo protege al individuo. Y después por cuestiones sociales. Pero sea como sea, somos animales de grupo.
La necesidad de identificar a los miembros de un grupo, nos llevó a la creación de símbolos que nos representaran. Formas de vestir, cortes de pelo, pintura corporal, estandartes, banderas, himnos, constituciones.
Hoy miramos a las tribus urbanas que intentan crear sus propias identidades dentro de sociedades más complejas, o podemos echar un ojo a las tribus existentes de las mujeres jirafa… dos ejemplos separados por siglos de tradición, pero que siguen el mismo patrón… el uso de elementos reconocibles que nos proyectan hacia fuera y nos identifican hacia dentro.
Las Marcas no dejan de cumplir ese mismo papel. Por un lado expresan algo de ti cuando las consumes, y por otro te hacen ser parte de un grupo que comparte actitudes.
Siempre pensamos en las Marcas como un referente para sus audiencias externas, pero nos olvidamos del poder que tienen internamente.
Las Marcas son catalizadores de Grupos. Y no hay un Grupo más importante que sus empleados.
Porque si sus empleados no son capaces de vivirla internamente, no esperemos que los de fuera ni siquiera la entiendan.
La Marca debe tener la capacidad de crear un contexto común en el que conectar con sus empleados, ofreciéndoles una razón por la que trabajar allí (más allá de las condiciones) y un símbolo que aglutine ese valor.
La Marca tiene la responsabilidad de ser una camiseta que alguien quiera llevar y se sienta orgulloso de llevarla.
Dentro de este contexto, de vivir internamente la Marca, existen pequeños elementos que nos ayudan a construir esa cohesión. Desde el Employer Value Proposition (EVP, explicado en Branzai aquí), los planes de Engagement y Cultura, los Manuales de Comportamientos… y el gran olvidado muchas veces: el Dress Code.
Tuve una vez un jefe, hace muchos años cuando empezaba que me dijo “Eres lo que los demás ven de ti, así que esfuérzate para que vean lo que quieres llegar a ser.”
El Dress Code, o Código de Vestimenta, muchos lo ven como una imposición que prohíbe a los empleados usar o no ciertos tipos de ropa.
Pero el Dress Code es la oportunidad de proyectar hacia fuera lo que queremos ser y hacia dentro lo que esperamos que sean.
No se trata de lo que consideramos adecuado o no según las convicciones sociales, sino lo que es útil o no para construir nuestra Marca y para ayudar a nuestros empleados a que la vivan.
Vestirse como un deportista ayuda a hacer deporte, mucho más que hacerlo en traje.
Definir un Dress Code interno para nuestros empleados nos ayuda a construir un contexto, una camiseta que llevar y compartir entre todos.
Pero muchos se limitan a pensar en el Dress Code como la forma en la que limito el uso de vaqueros en la oficina o zapatillas de deporte, o traje y corbata si soy una tecnológica disruptiva. Pero va más allá:
- La definición de las prendas de vestir para cada ocasión: no es lo mismo reunión con cliente, que atender al público, que estar en la oficina trabajando
- Los límites de estilismo: cortes y color de pelo, uso de tatuajes (que sí y que no), uso de joyería y accesorios, etc…
No sólo te ayuda crear un contexto homogéneo en la dirección adecuada, sino que hace de barrera de entrada a aquellos que no encajaran en nuestra cultura.
Verlo como una imposición de otro siglo, es como decir que los jugadores del Real Madrid podrían vestir la camiseta de cualquier color.
Repito, no son imposiciones, son límites en los que se permite actuar para que nuestra Marca se exprese correctamente, interna y externamente. Porque como bien decía, somos lo que los demás ven de nosotros.
Y el Dress Code, nos ayuda a que ellos vean lo que queramos ser.
En fin, pon un Dress Code en tu vida.
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