Seguro que no vas por la calle con una camiseta que dice ’quiero salvar el mundo’. Simplemente actúas de forma justa, sincera y honesta, haciendo lo correcto cada vez que tienes oportunidad, no sólo pensando en ti sino en aportar a los que te rodean. Aunque eso te cueste varias donaciones a ONG o renunciar a cosas por tus creencias.
Eso es tener valores, es creer en una forma de entender el mundo, de marcar prioridades, de establecer tu marco ético y por supuesto, tus pautas de comportamiento. Algo que al final del día guía tu propósito, guía la manera en la que contribuirás o no al mundo que te rodea.
Tener valores, tener un propósito, por lo tanto, no es pregonarlo a los cuatro vientos cuando todo el mundo espera que lo hagas, es hacer lo que debes hacer, cuando debes hacerlo, te estén mirando o no.
Hay algo que la gente que se lanza a definir un Propósito y unos Valores, aquellas compañías que quieren subirse al carro de ‘tener valores’, se olvidan a menudo. Y es que tener valores, perseguir un propósito, cuesta dinero.
No el dinero que te gastas en contárselo a la gente, sino el dinero que te supone actuar como debes actuar, sin importar lo que eso suponga para tu negocio o intereses.
No es nuevo ver a Marcas que rescinden contratos con deportistas por salirse de su marco de creencias, pero eso siempre, en el fondo es más para proteger una cosa llamada reputación, que una decisión en la que pones en juego tu negocio por principios.
Decidir dejar de lado el 74% de tu negocio por actuar acorde tus valores, o por la forma de entender el mundo en el que quieres contribuir, es otra cosa.
Tener valores y seguir un propósito, debe hacernos reflexionar que no es simplemente para definir nuestra estrategia de ESG, o construir nuestro posicionamiento respecto a los demás, es una promesa que nos hacemos a nosotros y al mundo de seguirlos, lucharlos y hacer lo que sea necesario por ellos.
Nos obliga a dejar de lado la equidistancia, nos obliga a posicionarnos con unos o con otros, nos obliga a entender que callar es escurrir el bulto y que eso deriva en relaciones con nuestras audiencias más profundas, sinceras, emocionales, al final, vitales.
Porque las Marcas ya no son ni serán ese logo que identifica una prenda o un objeto, es una bandera que muestra al mundo no sólo quién soy, sino en lo que creo.
No se trata de ser el que más vende, sino de ser el que más les importa.
Y en esta carrera que algunos se enfrentan con un plan estratégico, la ganará quien no necesite uno para hacer lo correcto siempre, en cualquier momento, siendo fiel no a lo que dice, sino a lo que cree, a sus valores, a la huella que quiere dejar en el mundo.
Y así será, o no será. Los días están contados para aquellos que, como dijo Borrell, ‘no estén a nuestro lado en este momento de la historia’. El ejemplo lamentable y triste de la invasión rusa y la reacción de cientos de compañías que han puesto en jaque, temporal o definitivo, parte de sus negocios millonarios por defender un mundo mejor, es un claro mensaje para aquellos que creen que el propósito de una Marca es un proyecto de Marca, es un proyecto de Negocio, un Negocio mejor para todos.
En fin, el mundo se abre a otro mundo.
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