La democracia es un término interesante, que abrazamos como sinónimo de libertad. De hecho se nos llena la boca al decirlo, aunque no sabemos lo que expresamos realmente.
El derecho a decidir por la mayoría, en la que todos tenemos una opinión y un voto que vale lo mismo.
En nuestros sistemas de funcionamiento como sociedad, vivimos una democracia delegada. Votamos para dejar que otros tomen ciertas decisiones por nosotros, no debatimos cada una de las acciones de gobierno, ni se nos pide opinión para todo. Eso sería, y se ha demostrado, un sistema difícil de gobernar. Sobre todo porque para tomar decisiones desde la base y validar cada paso, todos los que votan deberían tener la misma información y estar igual de cualificados para entender las complejidades de las mismas.
Podemos estar de acuerdo con un modelo final de pensiones o no, pero debatir o aprobar cada uno de los aspectos técnicos que lo conforman, seguro que se nos escapa a muchos.
Bueno, esta semana hemos vivido algo único. El Atlético ha puesto en modo referéndum para sus socios si contiuan con el nuevo escudo que ya tiene unos años, realizado por Vasava de la mano de Rushmore, o si vuelven al antiguo oso y madroño y franjas originales.
Algo sorprendente y único, porque lo que sorprende es que si tanto querías saber la opinión de tu gente, eso se suele hacer antes de lanzarlo. Y segundo porque cuando propusiste un cambio o trabajaste en él y lo aprobaste, respondería a algunos motivos estratégicos o tácticos (legibilidad, digitalización, grandeza…) que creías que resolvía. Y esos problemas seguirán siendo los mismos hoy pero con un escudo menos preparado.
Por otra parte, es único porque abre el debate de los elementos reales de Marca que pertenecen a las Marcas, y en concreto a los clubs de fútbol, que parecen esferas de otra dimensión.
No es raro y ha pasado mil veces que los fans de una Marca tumban un ejercicio o intento de transformación de la propia Marca, todos conocemos el caso de GAP por ejemplo. Esto pone de manifiesto que las Marcas son de quienes las usan.
Pero las compañías tienen el derecho y el deber de marcar el camino que queremos. Y el compromiso o no de adoptarlo porque es lo que necesitan.
En cualquier transformación competitiva empresarial, existe una audiencia que se llama empleados, que son tan importantes como nuestros clientes. Los jugadores y los fans. Y siempre es importante contar información que nos arroje luz acerca de sus posiciones, necesidades y sentimientos al hoy y al mañana.
Eso sí, siempre teniendo presente que el ser humano tiene aversión al cambio, nos sentimos incómodos con lo que no conocemos, aunque lo que tengamos no sea perfecto, lo hacemos perfecto por tal de no enfrentarnos a cambiar.
Dicho esto, si necesitamos darle un giro de 360 grados a la compañía, y esta requiere un posicionamiento más competitivo, una identidad más agresiva o un planteamiento que rompa con el pasado, no es algo que pueda o deba debatirse, es algo que hay que construir con quienes necesitemos de verdad para seguir el camino marcado. Esto se entiende en cualquier compañía, si no quieres ser proactivo en tu empresa, y esta necesita ser innovadora en todo lo que hace, estás fuera.
En los clubs de fútbol, en la práctica es lo mismo. Son ‘compañías’ que deben seguir siendo competitivas y deben afrontar los cambios que necesite la Marca para impulsar el negocio.
Ahora bien, los clubs tienen algo que las Marcas no tienen: Escudos. El Escudo no es formalmente el logotipo del club, es la enseña que conecta afición y corporación. No es un símbolo (como hizo la Juve al cambiar el escudo por un símbolo), ni es un logotipo, es un contenedor de legado del que nos sentimos orgullosos, lleno de vínculos emocionales e imaginarios.
Eso no significa que sea inamovible. Eso sólo significa que es un tema sensible. Y que lo que se haga deba ser algo informado, razonado y compartido, y luego la decisión explicada.
Creer que el socio tiene toda la información de lo que realmente necesitamos y lo que implica no hacerlo, es mucho creer. Y creer que el socio no tiene ni voz ni voto, es mucho creer.
Por eso en estos casos, asumimos, el 100% de las veces que habrá algo a alguien que levantará polvo ante el cambio, pero también sabemos que preguntar ‘cuál te gustá más’ funciona mucho peor que preguntar ‘con lo que te he contado, cual funciona mejor’
Deseo suerte a todos aquellos que cambian con convicción para luego preguntar si ‘te ha gustado el cambio’… la respuesta la tienes tú, si funciona mejor su rendimiento, visibilidad, flexibilidad, notoriedad, percepción, impacto en el negocio… si todo eso no mejoró la pregunta no es ‘si te gustaba el viejo’, la pregunta es ‘qué podemos hacer mejor’…
En fin, la rata en el laberinto y la ilusión del queso.
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