Un vaquero cabalga sobre su caballo blanco con pose despreocupada y desafiante mientras vigila a lo lejos a su ganado. Una brizna de paja en la boca que mueve de lado a lado con aire desafiante.
Imaginaros que este vaquero, fuera una marca. ¿Sabéis ya de quien hablamos?
Imaginaos el mismo paisaje sin el vaquero. Insustancial, genérico, pierde todo el significado, se acaba la historia, muere una imagen. Quizás estamos viviendo la muerte del vaquero, y todavía no lo sabemos.
Hablamos de Marlboro, una de las marcas más emblemáticas de nuestro imaginario, fumemos o no fumemos, que junto con sus compañeros de viaje Lucky, Winston y compañía se enfrentan a uno de los peores finales para una marca. El destierro.
Como todos sabemos el tabaquismo es uno de los males endémicos de nuestra sociedad moderna, un veneno lento que mata o destruye poco a poco nuestro organismo. Un producto nocivo, tóxico y letal cuando prende. Porque en realidad, como bien dicen algunos, el tabaco sólo mata si lo enciendes. En sí, la hoja de tabaco es inofensiva para tu salud.
Bueno, un agujero de cientos de miles de millones de euros y dólares para el planeta en atención sanitaria y tratamientos enfocados a solucionar los problemas que genera una industria de miles de miles de millones de euros y dólares en todo el planeta.
El eterno pez que se muerde la cola.
Unas marcas que se han visto diezmadas por las prohibiciones internacionales y locales en cuanto a comunicación, publicidad o promoción, más allá de sus puntos de venta. De hecho en la legislación española, ni siquiera se permite el uso de símbolos, colores o iconos reconocibles a una marca de tabaco.
Sumemos a eso la obligación de introducir mensajes de advertencia, fotos desagradables y disuasorias y la prohibición de fumar en determinados espacios.
Sumemos a eso la nueva normativa en pruebas en Australia que quiere trasladarse a Europa a cerca de prohibir cualquier uso de Marca, signo distintivo, colores, olores, sabores o diseños en las cajetillas de tabaco. Es decir tabaco con sin marca.
¿Qué sentido tiene permitir que se venda un producto en el que las marcas no pueden aportar nada? ¿Qué sentido tiene hacer morir a la mitad de las marcas del mercado? ¿Por qué no prohibirlo de facto directamente? ¿Por qué tanta retórica? Es obvio, es una fuente de ingresos sustancial para los países.
Una decisión que ha generado un intenso debate sobre el derecho de un gobierno para vulnerar la propiedad intelectual de una marca.
¿Puede un gobierno obligar a una marca a dejar de ser marca? ¿Tiene entonces sentido seguir existiendo en un mercado de libre comercio? ¿Es posible la competencia con estas condiciones más allá del precio?
Lo que está por ver, es si esta medida, como contemplan las cortes australianas puede extenderse sobre otras categorías o sectores estratégicos para un país. Como la alimentación básica, o las bebidas espirituosas, o aquellas que afecten a temas de salud pública y bienestar.
Una nueva, y quizás, última guerra abierta de un vaquero que no tiene más opción que rendirse y deponer las armas. Veremos si las marcas pueden ser marcas sin el uso de las mismas.
En fin, hipocresía.
COMMENTS